El estrés infantil es un conjunto de reacciones, tanto a nivel biológico como psicológico que se producen por ciertas situaciones que el niño no puede controlar, alterando su equilibrio general.

Entre los principales estresores de los niños encontramos los siguientes:

niño triste

–          Ámbito social: ritmo de vida acelerado y cambiante

–          Contexto escolar: exámenes, hablar en público, ser molestado por otros compañeros en el colegio, olvidarse de hacer una tarea…

–          Ámbito familiar: divorcio o separación de los padres, muerte de seres queridos, abusos o malos tratos.

Hay cuatro puntos clave que tenemos que tener en cuenta para valorar, intervenir y prevenir el estrés en los niños:

  1. Los estresores que afectan al niño. Cuáles son los eventos o los estímulos que están estresando al niño.
  2. La percepción que el niño tiene de esos estresores: si cree que puede hacerles frente y si se siente capaz de controlar lo que le sucede.
  3. El impacto que ese estrés tiene sobre sus áreas de funcionamiento: rendimiento académico, relaciones sociales y familiares, salud física.
  4. El comportamiento que adopta el niño para ajustarse al estrés. Es decir, qué tipo de conductas adopta.

Cada niño es diferente por lo que reaccionarán de diferentes maneras ante el estrés, y éste se manifestará de diferente manera en cada uno de ellos. Como padres, conocemos mejor que nadie a nuestros hijos, siendo capaces de saber cómo reaccionarán ante determinadas situaciones o estresores. Debemos informarnos de cuál será la mejor manera de ayudarlos y transmitirles en todo momento seguridad y confianza, sabiendo escucharlos y permitiendo que se expresen.

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